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Transformar residuos en energía: clave para enfrentar el cambio climático

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El manejo de desechos es uno de los retos medioambientales más críticos del siglo XXI. Anualmente, se producen más de 2.100 millones de toneladas de residuos sólidos en todo el mundo, y esta cifra podría llegar a 3.800 millones para 2050 si no se aplican medidas sostenibles adecuadas. En este escenario, países escandinavos como Noruega y Suecia han desarrollado estrategias innovadoras de valorización energética, convirtiendo los residuos en una fuente confiable de electricidad y calefacción, e incluso importando desechos de otros países para sostener la producción energética.

Escandinavia: un ejemplo de aprovechamiento energético eficiente a partir de desechos

Noruega y Suecia destacan por haber desarrollado sistemas avanzados que permiten aprovechar los residuos urbanos de manera eficiente. Mediante plantas de incineración modernas, recuperación de calor y tecnologías de última generación, estos países han reducido significativamente su dependencia de vertederos y combustibles fósiles. La eficiencia de sus políticas de reciclaje ha generado un fenómeno curioso: la necesidad de importar basura de otras regiones para mantener constante la producción energética.

Este modelo demuestra cómo la valorización energética puede convertirse en un componente estratégico de la economía circular, aprovechando materiales que de otro modo serían desechados y reduciendo la emisión de gases de efecto invernadero, como el metano, presente en los vertederos.

Crecimiento mundial de la revalorización energética

Más allá de Escandinavia, países europeos como Dinamarca, Alemania y Países Bajos también apuestan por transformar residuos en energía. En Alemania, el mercado de conversión de residuos en electricidad y calor se proyecta alcanzar los 5.130 millones de dólares para 2029, con un crecimiento anual sostenido del 4,66 %. Los métodos utilizados incluyen la incineración controlada, la digestión anaerobia, la gasificación y la pirólisis, generando biogás, hidrógeno verde y otros combustibles alternativos.

Esos procedimientos no solo facilitan la generación de energía verde, sino que también promueven la diversidad en la matriz energética y disminuyen la dependencia de combustibles fósiles, estableciendo un modelo de desarrollo sostenible que puede aplicarse en diversas situaciones.

Beneficios y retos de la valorización energética

El aprovechamiento energético de los residuos ofrece múltiples ventajas, entre ellas la disminución de emisiones contaminantes, el impulso a la economía circular y el aprovechamiento de recursos desperdiciados. Sin embargo, también presenta desafíos importantes. Las plantas de incineración requieren estrictos controles para evitar la emisión de sustancias tóxicas, y es fundamental priorizar la valorización de residuos no reciclables o no compostables. Además, la implementación a gran escala demanda inversiones considerables en infraestructura y tecnología especializada.

Innovación local: ejemplos en acción

La valorización energética se extiende más allá de Europa. En México, se producen biogás a partir del sargazo que afecta al Caribe; en Sevilla, España, un proyecto transforma naranjas caídas en electricidad, abasteciendo a más de 5.500 viviendas. En Argentina, la provincia de Córdoba aprovechó cáscaras de cacahuete para generar energía durante el apagón nacional de 2019.

De igual manera, el reaprovechamiento de aceites vegetales para crear biodiésel y la producción de energía a partir de aguas residuales a través de digestión anaeróbica y celdas microbianas son ejemplos de cómo la tecnología innovadora facilita el uso de varios tipos de desechos como fuentes de energía, mientras se disminuye el impacto ambiental.

Una ocasión para el cambio hacia lo ecológico

La conversión de desechos en energía ofrece una solución completa para abordar los retos de la gestión de residuos y avanzar hacia un sistema energético sostenible. Mediante la inversión en innovación, desarrollo de infraestructura y políticas regulatorias apropiadas, esta estrategia puede evolucionar de ser un método excepcional a un estándar global, contribuyendo a un futuro más limpio, equitativo y resistente ante el cambio climático.

Por Otilia Adame Luevano

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